martes, 30 de octubre de 2007

Con perdón

El doctor Calle perdonará, y hasta colaborará para saber de cuál de los libros del poeta cubano Luis Rogelio Nogueras es este poema que recoge esa extraña mezcla que sólo se puede dar en esta isla y que tan bien resume el extinto poeta.
La casa de la poesía Fernando Mejía Mejía lo publicó en esos maravillosos panfleticos que eran Dos metros de poesía, ojalá se consiguieran más cositas de este maestro.



LA SUERTE ESTA ECHADA
Se acabaron los poemitas lacrimógenos
las noches de insomnio
los dos paquetes de cigarrillos al día
la falta de apetito
el mal humor
las miradas perdidas en el aire
detrás de moscas invisibles o musarañas.
Se acabaron los dibujitos abstractos
en el mantel con la punta del cuchillo
la palidez
los polvorientos sonetos con estambre al estilo de Navarro
las miradas ansiosas al teléfono
el mudo interrogatorio al cartero
A partir de hoy todo va a cambiar
¿Te fuiste con tus lindos ojos azules?
Mala suerte
Que te vaya bien
(y los hermosos ojos azules
te los puedes meter en tu inolvidable culo).

lunes, 29 de octubre de 2007

Absuelto por falta de pruebas: Stefanno Benni


Nacido en Bolonia en 1947, es uno de los narradores italianos más originales de la actualidad. Algunos de sus libros han sido traducidos al castellano (Terra! –Novela, Anagrama; Baol/una tranquila noche de régimen –Novela, Planeta; La Cofradía de los Celestinos –Novela, Siruela; La última lágrima –Relatos, Lengua de Trapo; Aquiles pies ligeros --Novela, Norma).En Baol, uno de los personajes, Grapatax –un viejo payaso retirado--, le cuenta al protagonista de la novela el exquisito par de relatos que presentamos a continuación sobre el destino de algunos de sus colegas.

Mac Pac “cara de goma”

En el escenario era divertidísimo. Pero fuera, para él, era un puro infierno. A cualquier sitio que acudiese, la gente, apenas lo veía, se reía. Con que moviera un solo músculo de la cara, era una catástrofe cómica. Ya no podía hacer el amor porque las partner, apenas él se excitaba un poco, eran presa de convulsiones. Le prohibieron participar en los funerales de los amigos. Cayó en una depresión y trató de curarse mediante psicoanálisis. Mientras se mantuvo en el diván y el analista lo escuchó de espaldas, todo fue bien. Pero en cierta ocasión el analista se volvió y ya no pudo escuchar ni una palabra sin desternillarse de risa. Mac Pac se suicidó mirándose al espejo durante una hora. Murió de risa. Ni si quiera consiguieron cerrar bien el ataúd. El cura se meó encima durante la oración fúnebre. Si Dios existe, ahora se estará riendo de buena gana.

Attanasio & Merrill

Dijeron que [Merrill] se había matado por amor. ¡Cuentos! Tenía problemas con su compañero de trabajo, ¿te acuerdas del dúo Attanasio-Merrill? Ambos querían tener siempre la última palabra. Los vi cierta vez en Las Vegas y el espectáculo acabó a las tres de la madrugada. Apenas uno trataba de cerrar el show, el otro, crac, volvía a empezar. Terminaba por agotamiento físico: a veces Attanasio era el que más resistía, a veces Merrill se salía con la suya. Nunca he visto a dos personas odiarse tanto. Una noche, en un local, siguieron de largo hasta las seis de la mañana. Habían quedado sólo unos pocos espectadores, extenuados. «Y ahora señores nos despedimos», dijo Merrill, «pero, dada la hora, no os conviene regresar a casa porque dentro de poco empieza nuestro show de mañana». «Bien dicho, Merrill. Pero no tenías que decir “nuestro”, porque ahora saben que seguirás estando tú y no volverán». «Oh, Attanasio, no digas eso. Sé bien que eres el mejor, yo no me creo lo que dice la gente, Attanasio». «Si este chiste les parece viejo, deberían ver a la mujer de Merrill». «Y si este chiste les parece fácil, deberían probar con la mujer de Attanasio». Attanasio preparó una frase de respuesta, pero, antes de que pudiese decir palabra, Merrill sacó del bolsillo una pistola y se pegó un tiro. Así, tuvo la última palabra para la eternidad. No había ninguna mujer de por medio, sólo celos profesionales.

En la misma novela, Grapatax debe pronunciar un discurso en honor de Enoch, uno de los Jerarcas del régimen. Después de una introducción, pronuncia el siguiente ditirambo que, por esas cosas de la ficción, sólo es aplicable al tirano de la novela. Así que nos lavamos las manos de una vez por las vulgares asociaciones que nuestros recelosos lectores puedan hacer.

¿Sabré hallar las palabras adecuadas? Espero que sí.
Para empezar, el jerarca Enoch es un ladrón. Oh, no murmuréis, no os asombréis. Esta palabra tiene en mis labios la delicadeza de una frase amorosa. Es naturalmente ladrón porque en un mundo de ladrones ha buscado armonía y coherencia. Empezó su carrera especulando con terrenos. Sobre los terrenos construyó casas que se derrumbaban. Obtuvo las concesiones para reconstruirlas. Construyó casas que volvían a derrumbarse. Ahora vive en un elevado rascacielos, pero no ha olvidado la época en que construía casas que se caían. No ha olvidado sus humildes orígenes. También sus rascacielos se caen. Eso lo honra.
Dicen que el jerarca Enoch es un mafioso. Él lo niega. Si me veis en los restaurantes que frecuentan los mafiosos, no por ello soy un mafioso. ¿Acaso a quienes frecuentan los restaurantes chinos se les acusa de ser chinos?
Tiene razón.
Dicen que Enoch forma parte de una logia secreta de encapuchados que se intercambian favores y traman intrigas y se regalan bancos unos a otros. Pero, ¿no es ello acaso normal sociabilidad humana? ¿Acaso no es en cierto sentido una secta una familia, un grupo solidario, un equipo de fútbol, una muchedumbre de linchadotes? ¿Amaremos acaso al moralista cínico y solitario, al estéril anacoreta, al altivo ermitaño, y no, mejor, la compañía de los más queridos amigos? […]
Dicen que Enoch hace asesinar a todos los jueces que quieren condenarlo. Pero, ¿es que acaso nuestra Constitución no proclama el derecho de todo acusado a su defensa?
Enoch, dicen, es también un corruptor. Pero es un corruptor honrado. En veinte años de corrupción, jamás nadie ha recibido de él una cifra inferior a la pactada. Es más: a veces, por iniciativa propia, añade alguna cantidad al porcentaje, al soborno. ¿Cómo describir la alegría del corrompido que se ve corromper más allá de sus méritos? ¿No sabéis que hay funcionarios que han de aguardar meses y meses para recibir el pago de sus corruptores y que, frecuentemente, no reciben más que letras de cambio y cheques sin fondos? ¿No es todo ello deshonesto? Y bien, Enoch está hecho de otra madera.
Enoch, dicen, vende armas. Ciertamente es así. Pero un arma es un objeto como cualquier otro. No dispara por su cuenta. Nadie muere por el mero hecho de tener un arma en la mano. ¿Acaso condenamos al salchichero por el hecho de vender jamones? Y, sin embargo, un jamón puede volverse mucho más peligroso que un arma. Comido en cantidad desmedida puede matar por indigestión, triglicéridos, botulismo, sofocón. Desprendiéndose del techo de un sótano puede truncar más de una vida. Además, el jamón nace de un delito. No hay que matar a un cerdo para hacer una pistola. Para hacer un jamón, sí […] Entonces, repito, ¿es acaso Enoch peor que un salchichero? […]
Enoch ha abandonado a su mejor amigo en manos de los terroristas y dejó que lo asesinaran sin mover un dedo. Porque puso el Estado por encima de la amistad.
Enoch también ha intentado un golpe de Estado. Porque puso la idea del Estado por encima del Estado.
Enoch se ha enriquecido mucho, dicen las fábulas. Tiene un velero de cincuenta metros […] Tiene una mansión repleta de obras de arte, ciento sesenta metros de impresionistas, doce metros de Caravaggio, trescientos kilos de Picasso, una pila de Klee así de alta y un montón de Chagall […]
Enoch mantiene a ciento doce queridas y a cada una le ha regalado un anillo de brillantes, un coche con chofer, un apartamento, un canal de la tele y un despertador de cuarzo. Tiene terrenos, villas, bancales, […], islas y viñedos.
¿Y bien? ¿Hay algo de malo en querer poseer un techo, amar el arte, hacer regalos a las personas amadas?
Enoch, dicen, es el propietario del noventa por ciento de los periódicos y quiere el monopolio completo de la información. Embustes. No sé dónde lo habéis leído, pero aguardad otro diez por ciento y no volveréis a leerlo.
Enoch, dicen, es un hombre peligroso para nuestra democracia. No logro ver ese peligro. A decir verdad, tampoco logro ver a nuestra democracia […]
Tal vez algún día Enoch os mate. Como para morirse de risa.

También escribe poesía romántica, no se vaya a creer. A continuación trascribimos una traducción (hecha por Danilo Manera y arreglada en un detalle al final por nosotros) de uno de sus más apasionados versos.

Yo te amo

Yo te amo
Y si no te basta
Le robaré al cielo las estrellas
Para hacerte una guirnalda
Y el cielo desierto
No se quejará por lo que ha perdido
Porque con tu sola belleza
Se llenará el universo.

Yo te amo
Y si no te basta
Vaciaré el mar
Y todas sus perlas arrojaré
A tus pies
Y el mar no llorará
Por esta afrenta
Porque miles de olas y sirenas
No alcanzan el encanto
De una sola mirada tuya.

Yo te amo
Y si no te basta
Destaparé los volcanes
Y su fuego pondré
En tus manos, y hielo será
Para el ardor de mis pasiones

Yo te amo
Y si no te basta
Hasta las nubes capturaré
Y te las traeré domadas
Y sobre ti tendrán que llover
Cuando en verano
El calor no te deja dormir
Y si no te basta
Para que el tiempo se pare
Detendré el vuelo de los planetas
Y si no te basta
Métete el dedo por el culo.

sábado, 27 de octubre de 2007

Se salvó: W. H. Auden




El 21 de febrero de este año se cumplieron 100 años del nacimiento de Auden. Como era apenas apropiado para la ocasión, tratándose de Auden, nadie se dio cuenta, como en el Ícaro de Brueghel el viejo (aquí va nuestra versión, y que nos perdone Pacheco):

Museo de Bellas Artes

Nunca se equivocaron sobre el sufrimiento humano,
los Viejos Maestros: qué tan bien conocían su situación humana; cómo ocurre
mientras alguien más está comiendo o abriendo una ventana o simplemente caminando por ahí;
cómo, cuando hay ancianos a la espera, con pasión y reverencia,
de un nacimiento milagroso, siempre debe haber
niños que no lo esperan,
mientras patinan a la orilla del bosque:
nunca olvidaron, los Viejos Maestros,
que incluso el más terrible martirio debe seguir su curso
de algún modo, en un rincón sucio,
donde los perros llevan sus vidas de perro y el caballo del verdugo
se rasca el lomo contra un árbol.
En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo: cómo todo le da la espalda,
con desdén, al desastre; el jornalero habrá oído la caída,
el grito perdido,
pero no se trataba de una pérdida importante para él;
el sol resplandecía sobre unas piernas blancas que desaparecían en el verde mar,
y los del barco caro y fastuoso, que seguro han visto,
algo sorprendente, un muchacho que cae del cielo,
seguro ya tenían a donde ir y siguieron su curso en calma.


Ese silencio, esa quietud de todo el mundo ante lo que en otros casos es un motivo de recuerdo exaltado, estaban fuera de lugar en este caso, el de quien escribió ese burocrático poema (“The unknown citizen”), del cual ofrecemos a continuación, sin ninguna humildad, nuestra traición.

Ciudadano anónimo
(A la memoria de JS/07/M/378. En un monumento de mármol erigido por el Estado)

El Departamento de Estadísticas dice que nunca hubo
Una queja formal en su contra,
Y todos los reportes sobre su conducta concuerdan
En que, en el sentido moderno de una vieja palabra, fue un santo,
Porque en todo lo que hizo sirvió a la Gran Comunidad.
A excepción de la Guerra, hasta el día de su retiro
Trabajó en una fábrica y nunca fue expulsado,
Muy al contrario, satisfizo siempre a sus patronos, Fudge Motors Inc.
No fue tampoco un esquirol, ni tuvo puntos de vista extravagantes,
Porque su Unión informa que pagó sus deudas,
(Nuestro informe dice que su Unión era sólida)
Y nuestros trabajadores sociales encontraron
Que era popular entre sus compañeros,
Y que de vez en cuando le gustaba un trago.
La Prensa está segura de que compraba el periódico a diario
Y que sus reacciones a la publicidad eran normales en todo.
Las pólizas que suscribió demuestran que estaba completamente asegurado,
Y su historia clínica muestra que alguna vez estuvo hospitalizado, pero salió sano.
Tanto La oficina de Investigación de Productores como la de Estándares de Calidad de Vida
Declaran que era completamente consciente de las ventajas de la compra al fiado,
Y que tenía todo lo que necesita el Hombre Moderno:
Fonógrafo, radio, carro y nevera.
Nuestros investigadores de la Opinión Pública reportan con regocijo
Que tenía las opiniones adecuadas para cada época del año;
En la paz, estaba por la paz; en la guerra, iba a ella.
Se casó, y agregó cinco hijos a la población,
Número que, según el Eugenista, era el apropiado para un padre de la época.
Y nuestros profesores dicen que nunca se interpuso en la educación de los hijos.
¿Fue libre? ¿Fue feliz? La pregunta ofende:
Si algo hubiera salido mal, con seguridad lo hubiéramos sabido.

Al paredón: Donde no lo conozcan


Ciertas casas editoriales están empeñadas en convencernos de que la literatura es el arte del aburrimiento. Del aburrimiento del lector, pero también del escritor. Esta novela, libro o lo que sea, parece el producto de una obligación. Penosa, como todos los deberes. Hasta el autor se vio en la necesidad de ponerle un ‘colofón’ para justificar el crimen: “Humildes o sabios, judíos, mudéjares, moros y moriscos de Sefarad y de al-Ándalus, que habitaron por suficientes siglos esta tierra entrañable hoy tan lejana, tuvieron que irse sin ruido, cambiados sus nombres y sus credos, y haciendo que sus hijos recordaran mal lo que antaño tanto los había enorgullecido; y de tal dolor y tal silencio escasamente quedan huellas difíciles de rastrear, como no sea con la ayuda de crónicas y códices empolvados y vetustos, y no pocas veces del agudo encanto de la fantasía y la imaginación. En consecuencia, valgan estas páginas”. Y valen: la platica que uno se gasta. El autor parece empeñado en que, así como a él lo obligaron a escribir esto, el lector tenga que esforzar su imaginación. La forma en que presenta los personajes se parece a una introducción de maestro de ceremonias, pero con menos gracia. La historia no les atrae ni a los personajes. La escritura es sosa, ridículamente solemne. Sinceramente, tiene más gracia una patada. En una entrevista en El Espectador, el escribidor de esto dijo que “los críticos son unos inquisidores”. ¿Y qué quiere, después de pagar 36 mil pesos? Ojalá hubiera inquisidores de verdad, para que de vez en cuando se echaran uno que otro escritor al buche. El libro lleva el premonitorio título Donde no te conozcan, el autor es Enrique Serrano y la Editorial es Seix Barral. Ponemos los datos para que la policía empiece a armar la ficha.