lunes, 29 de octubre de 2007

Absuelto por falta de pruebas: Stefanno Benni


Nacido en Bolonia en 1947, es uno de los narradores italianos más originales de la actualidad. Algunos de sus libros han sido traducidos al castellano (Terra! –Novela, Anagrama; Baol/una tranquila noche de régimen –Novela, Planeta; La Cofradía de los Celestinos –Novela, Siruela; La última lágrima –Relatos, Lengua de Trapo; Aquiles pies ligeros --Novela, Norma).En Baol, uno de los personajes, Grapatax –un viejo payaso retirado--, le cuenta al protagonista de la novela el exquisito par de relatos que presentamos a continuación sobre el destino de algunos de sus colegas.

Mac Pac “cara de goma”

En el escenario era divertidísimo. Pero fuera, para él, era un puro infierno. A cualquier sitio que acudiese, la gente, apenas lo veía, se reía. Con que moviera un solo músculo de la cara, era una catástrofe cómica. Ya no podía hacer el amor porque las partner, apenas él se excitaba un poco, eran presa de convulsiones. Le prohibieron participar en los funerales de los amigos. Cayó en una depresión y trató de curarse mediante psicoanálisis. Mientras se mantuvo en el diván y el analista lo escuchó de espaldas, todo fue bien. Pero en cierta ocasión el analista se volvió y ya no pudo escuchar ni una palabra sin desternillarse de risa. Mac Pac se suicidó mirándose al espejo durante una hora. Murió de risa. Ni si quiera consiguieron cerrar bien el ataúd. El cura se meó encima durante la oración fúnebre. Si Dios existe, ahora se estará riendo de buena gana.

Attanasio & Merrill

Dijeron que [Merrill] se había matado por amor. ¡Cuentos! Tenía problemas con su compañero de trabajo, ¿te acuerdas del dúo Attanasio-Merrill? Ambos querían tener siempre la última palabra. Los vi cierta vez en Las Vegas y el espectáculo acabó a las tres de la madrugada. Apenas uno trataba de cerrar el show, el otro, crac, volvía a empezar. Terminaba por agotamiento físico: a veces Attanasio era el que más resistía, a veces Merrill se salía con la suya. Nunca he visto a dos personas odiarse tanto. Una noche, en un local, siguieron de largo hasta las seis de la mañana. Habían quedado sólo unos pocos espectadores, extenuados. «Y ahora señores nos despedimos», dijo Merrill, «pero, dada la hora, no os conviene regresar a casa porque dentro de poco empieza nuestro show de mañana». «Bien dicho, Merrill. Pero no tenías que decir “nuestro”, porque ahora saben que seguirás estando tú y no volverán». «Oh, Attanasio, no digas eso. Sé bien que eres el mejor, yo no me creo lo que dice la gente, Attanasio». «Si este chiste les parece viejo, deberían ver a la mujer de Merrill». «Y si este chiste les parece fácil, deberían probar con la mujer de Attanasio». Attanasio preparó una frase de respuesta, pero, antes de que pudiese decir palabra, Merrill sacó del bolsillo una pistola y se pegó un tiro. Así, tuvo la última palabra para la eternidad. No había ninguna mujer de por medio, sólo celos profesionales.

En la misma novela, Grapatax debe pronunciar un discurso en honor de Enoch, uno de los Jerarcas del régimen. Después de una introducción, pronuncia el siguiente ditirambo que, por esas cosas de la ficción, sólo es aplicable al tirano de la novela. Así que nos lavamos las manos de una vez por las vulgares asociaciones que nuestros recelosos lectores puedan hacer.

¿Sabré hallar las palabras adecuadas? Espero que sí.
Para empezar, el jerarca Enoch es un ladrón. Oh, no murmuréis, no os asombréis. Esta palabra tiene en mis labios la delicadeza de una frase amorosa. Es naturalmente ladrón porque en un mundo de ladrones ha buscado armonía y coherencia. Empezó su carrera especulando con terrenos. Sobre los terrenos construyó casas que se derrumbaban. Obtuvo las concesiones para reconstruirlas. Construyó casas que volvían a derrumbarse. Ahora vive en un elevado rascacielos, pero no ha olvidado la época en que construía casas que se caían. No ha olvidado sus humildes orígenes. También sus rascacielos se caen. Eso lo honra.
Dicen que el jerarca Enoch es un mafioso. Él lo niega. Si me veis en los restaurantes que frecuentan los mafiosos, no por ello soy un mafioso. ¿Acaso a quienes frecuentan los restaurantes chinos se les acusa de ser chinos?
Tiene razón.
Dicen que Enoch forma parte de una logia secreta de encapuchados que se intercambian favores y traman intrigas y se regalan bancos unos a otros. Pero, ¿no es ello acaso normal sociabilidad humana? ¿Acaso no es en cierto sentido una secta una familia, un grupo solidario, un equipo de fútbol, una muchedumbre de linchadotes? ¿Amaremos acaso al moralista cínico y solitario, al estéril anacoreta, al altivo ermitaño, y no, mejor, la compañía de los más queridos amigos? […]
Dicen que Enoch hace asesinar a todos los jueces que quieren condenarlo. Pero, ¿es que acaso nuestra Constitución no proclama el derecho de todo acusado a su defensa?
Enoch, dicen, es también un corruptor. Pero es un corruptor honrado. En veinte años de corrupción, jamás nadie ha recibido de él una cifra inferior a la pactada. Es más: a veces, por iniciativa propia, añade alguna cantidad al porcentaje, al soborno. ¿Cómo describir la alegría del corrompido que se ve corromper más allá de sus méritos? ¿No sabéis que hay funcionarios que han de aguardar meses y meses para recibir el pago de sus corruptores y que, frecuentemente, no reciben más que letras de cambio y cheques sin fondos? ¿No es todo ello deshonesto? Y bien, Enoch está hecho de otra madera.
Enoch, dicen, vende armas. Ciertamente es así. Pero un arma es un objeto como cualquier otro. No dispara por su cuenta. Nadie muere por el mero hecho de tener un arma en la mano. ¿Acaso condenamos al salchichero por el hecho de vender jamones? Y, sin embargo, un jamón puede volverse mucho más peligroso que un arma. Comido en cantidad desmedida puede matar por indigestión, triglicéridos, botulismo, sofocón. Desprendiéndose del techo de un sótano puede truncar más de una vida. Además, el jamón nace de un delito. No hay que matar a un cerdo para hacer una pistola. Para hacer un jamón, sí […] Entonces, repito, ¿es acaso Enoch peor que un salchichero? […]
Enoch ha abandonado a su mejor amigo en manos de los terroristas y dejó que lo asesinaran sin mover un dedo. Porque puso el Estado por encima de la amistad.
Enoch también ha intentado un golpe de Estado. Porque puso la idea del Estado por encima del Estado.
Enoch se ha enriquecido mucho, dicen las fábulas. Tiene un velero de cincuenta metros […] Tiene una mansión repleta de obras de arte, ciento sesenta metros de impresionistas, doce metros de Caravaggio, trescientos kilos de Picasso, una pila de Klee así de alta y un montón de Chagall […]
Enoch mantiene a ciento doce queridas y a cada una le ha regalado un anillo de brillantes, un coche con chofer, un apartamento, un canal de la tele y un despertador de cuarzo. Tiene terrenos, villas, bancales, […], islas y viñedos.
¿Y bien? ¿Hay algo de malo en querer poseer un techo, amar el arte, hacer regalos a las personas amadas?
Enoch, dicen, es el propietario del noventa por ciento de los periódicos y quiere el monopolio completo de la información. Embustes. No sé dónde lo habéis leído, pero aguardad otro diez por ciento y no volveréis a leerlo.
Enoch, dicen, es un hombre peligroso para nuestra democracia. No logro ver ese peligro. A decir verdad, tampoco logro ver a nuestra democracia […]
Tal vez algún día Enoch os mate. Como para morirse de risa.

También escribe poesía romántica, no se vaya a creer. A continuación trascribimos una traducción (hecha por Danilo Manera y arreglada en un detalle al final por nosotros) de uno de sus más apasionados versos.

Yo te amo

Yo te amo
Y si no te basta
Le robaré al cielo las estrellas
Para hacerte una guirnalda
Y el cielo desierto
No se quejará por lo que ha perdido
Porque con tu sola belleza
Se llenará el universo.

Yo te amo
Y si no te basta
Vaciaré el mar
Y todas sus perlas arrojaré
A tus pies
Y el mar no llorará
Por esta afrenta
Porque miles de olas y sirenas
No alcanzan el encanto
De una sola mirada tuya.

Yo te amo
Y si no te basta
Destaparé los volcanes
Y su fuego pondré
En tus manos, y hielo será
Para el ardor de mis pasiones

Yo te amo
Y si no te basta
Hasta las nubes capturaré
Y te las traeré domadas
Y sobre ti tendrán que llover
Cuando en verano
El calor no te deja dormir
Y si no te basta
Para que el tiempo se pare
Detendré el vuelo de los planetas
Y si no te basta
Métete el dedo por el culo.

4 comentarios:

Martín Franco Vélez dijo...

Dice don Stefano Benni, en Aquiles pies ligeros: "Así pensaba Odiseo, pensamientos ritmados por el ruido de la lluvia sobre el cobertizo. Y cuando aquella soledad comenzaba a entristecerlo, vio de repenete frente a él a un perrito meneando la cola. Pertenecía a la difundida raza Foxfirst: mamá Volpina y papá el primero que la coja. Era blanco, de hocico negro, y en su medallita estaba escrito Fantomas. Entrecerró los ojos y se puso a defecar delante de Ulises. Pero no lo lograba. No encontraba la inspiración. Permanecía allí, con las patas separadas, con una expresión entre sufrida y atónita. Luego invocó a la musa Escatonia y logró depositar en el suelo una lentejita, medio endecasílabo de mierda. Después comenzó a escarbar como si debiera enterrar un hueso de brontosaurio, o esconder sus huellas de una horda de perros cazadores.

-Así es a veces la creación artística -suspiró Fantomas-, tanta fatiga para nada..."

Jose F Calle dijo...

El comentario de FRANCO, que viene al caso (Carlos A. y Pablo R. pondrían: que viene al "culo"), me recuerda el ejercicio autocrítico de César López (Cómo es casarse con Cristina Umaña: SoHo 07/13/2006 - Edición: 75:
“Colecciono bolsas de vomitar de los aviones, pues ahí es donde escribo mis canciones: ambas cosas son sacar de adentro hacia fuera.”
http://www.soho.com.co/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=4296

Y si vuelven a poner: culo, les cuento la advertencia de la antiquísima revista "El ratón".

Carlos Augusto Jaramillo dijo...

Dr. Calle, por lo que más quiera, dígala, diga la advertencia, o nos veremos obligados a poner nuevamente: culo.

Jose F Calle dijo...

En principios de los setenta (he ahí la coartada de: Carlos A. y Pablo R.) había una revista de humor: "El ratón", que traía la siguiente advertencia:
"Por respeto al lector, en esta revista no aparece ni una sola vez la palabra culo."