jueves, 7 de febrero de 2008

Vapuleado: Nicolás Gómez

En una nota del último número de Arcadia se comenta la admiración de ciertos escritores y filósofos europeos por la obra de Gómez Dávila. Se comenta también que el Instituto Cervantes realizó recientemente en Berlín un coloquio sobre su obra, en el cual participaron Fernando Savater y el profesor colombiano Carlos B. Gutiérrez. Y se comenta que ambos comentaron que los apuntes antimodernos de Gómez son disparates. ¡Pero qué disparates! En los círculos académicos de la filosofía en Colombia, Gómez disfruta de un amplio desprestigio. Y decimos que disfruta porque él era católico y, por tanto, creía en la vida eterna y entonces debe estar allá riéndose. Y disfruta también porque una aclamación unánime de la academia habría sido, para él, una prueba de que su obra no valía la pena. Pero ahí tenemos el descrédito y, por tanto, la gloria.

Hay dos clases de lectores que se fastidian con los escolios de Gómez: los profesores y los modernos. Los profesores colombianos de filosofía siempre hemos sentido fastidio ante quien escribe por fuera del aparato académico: sin muchas citas, diciendo lo que piensa, en un lenguaje llano o con ‘estilo’. Estos, para los profesores, son síntomas de una enfermedad. Pero con el paso del tiempo son los enfermos los que perduran (seguramente son más leídos o por lo menos recordados tipos como Luis López de Mesa o Fernando González que todos los profesores de filosofía juntos). El propio Gómez tiene un aforismo fulminante: “El más repulsivo y grotesco de los espectáculos es el de la superioridad de profesor vivo sobre genio muerto”. En su Diccionario filosófico, Savater apunta algo que se aplica perfectamente a los ‘disparates’ de Gómez (o, más, bien, a quienes se fastidian): “La divisa del que piensa poco o mal suele ser: “¿qué pensarán de mí?” Nada menos respetable en un filósofo que un patente afán de respetabilidad”. Él mismo, Gómez, se llamaba “reaccionario”, y en uno de sus escolios dijo: “No soy un intelectual moderno inconforme, sino un campesino medieval indignado”.


He aquí una breve homeopatía (como dice otro 'reaccionario', Malcolm Deas): unas gotas del veneno:

Las ideas confusas y los estanques turbios parecen profundos.

Cuando oímos los acordes finales de un himno nacional, sabemos con certeza que alguien acaba de decir tonterías.

Toda recta lleva derecho a un infierno.

Elegancia, dignidad, nobleza, son los únicos valores que la vida no logra irrespetar.

Basta que la hermosura roce nuestro tedio, para que nuestro corazón se rasgue como seda entre las manos de la vida.

El suicidio más acostumbrado en nuestro tiempo consiste en pegarse un balazo en el alma.

Al cabo de unos años, sólo oímos la voz del que habló sin estridencias.

La castidad, pasada la juventud, más que de la ética, hace parte del buen gusto.

Las extravagancias del arte moderno están enseñándonos a apreciar debidamente las insipideces del arte clásico.

La ética debe ser la estética de la conducta.

El escritor que no ha torturado sus frases tortura al lector.

Civilización es lo que logran salvar los viejos de la embestida de los idealistas jóvenes.

El hombre moderno se encarceló en su autonomía, sordo al misterioso rumor de oleaje que golpea contra nuestra soledad.

¿Quién no teme que el más trivial de sus momentos presentes parezca un paraíso perdido a sus años venideros?

El periodismo fue la cuna de la crítica literaria. La universidad es su tumba.

La crítica “estéril” logra a veces esas conversiones del alma que modifican substancialmente los problemas. La crítica “constructiva” sólo multiplica catástrofes.

Cupo a este siglo el privilegio de inventar el pedantismo de la obscenidad.

Frente a tanto intelectual soso, a tanto artista sin talento, a tanto revolucionario estereotipado, un burgués sin pretensiones parece una estatua griega.

La Musa no visita al que más trabaja, o al que menos trabaja, sino a quien se le da la gana.

Periodistas y políticos no saben distinguir entre el desarrollo de una idea y la expansión de una frase.

Quien mira sin admirar ni odiar, no ha visto.

Quienes se quejan por la estrechez del medio en el que viven son socialistas doctrinarios. El socialismo es la doctrina de la culpabilidad ajena.

La fealdad de un objeto es condición previa de su multiplicación industrial.

El marxista no duda de la perversidad de su adversario. El reaccionario meramente sospecha que el suyo es estúpido.

Saber cuáles son las reformas que el mundo necesita es el único síntoma inequívoco de estupidez.

Negarse a admirar es la marca de la bestia.

El reaccionario, hoy, es meramente un pasajero que naufraga con dignidad.

La educación primaria acabó con la cultura popular. La educación universitaria está acabando con la cultura.

El hombre no posee su inteligencia: su inteligencia lo visita.

La exclusiva lectura de contemporáneos reseca el cerebro.

La riqueza facilita la vida, la pobreza la retórica.

Errar es humano, mentir democrático.

Las babas son el lubricante de las sociedades democráticas.

Al tonto no lo impresiona sino lo reciente. Nada, para el hombre inteligente, depende de su fecha.

A la lucidez de ciertos momentos la acompaña a veces la sensación de velar sólo en una ciudad dormida.

La izquierda agrupa a quienes cobran a la sociedad el trato mezquino que les dio la naturaleza.

El roce social no pule, empuerca.

La cultura, que fue antes el costoso orgullo de una clase, es ahora el negocio de un gremio.

¡Qué bien escriben los reaccionarios, ala!

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Como lego en la materia, yo también había escuchado solamente insultos contra don Nicolás, pero el hombre tiene lo suyo. No me gustaron todos pero si la mayoría...espero el impreso Pablo.

Teresa Pe dijo...

Un amigo-mamerto me dijo una vez que Gómez Dávila había hecho mucha plata con unas fracesitas muy malas. No sé si hizo dinero, pero después de leerlas me consta que malas no son. Bonita ésta: "El suicidio más acostumbrado en nuestro tiempo consiste en pegarse un balazo en el alma". Saludos, chinitos.

Jorge Mario Sánchez dijo...

Muy bueno el Colacho. Refresca leer a un reaccionario entre tanto "artista" greñudo y marihuanero, ala.

Camilo Jiménez dijo...

Yo tiendo a ser modernoso, pero desde que los leí por primera vez hace añísimos, me gustaron los "escolios" de Gómez. Una cosa es tendencia política o religiosa, otra el buen pensamiento, el estilo elegante. Además, como son de interesantes los tipos que llevan la contraria, ¿no? (y más si es a nosotros).

En la última novela de Darío Jaramillo me encontré una definición perfecta para los escolios de Gómez Dávila: "Fragmentos: hay una frase anterior que ignoro. Existe un corolario sin ser dicho".

Anónimo dijo...

Si algunos censuran el rating del ojo en la paja, yo censuro la frecuencia de Nos Van a Perdonar, a trabajar bárbaros!!!. Como le dije a Sinar, el más demorado de todos, "cerca de la involución, el pueblo pide letras"...con perdón de Charly García.

Lucaz

Anónimo dijo...

Por favor caballeros, manos a la obra!

Kenneth Moreno May dijo...

mi maestro espiritual Nicolás Gómez Dávila.

Que rico encontrar esta nota. Preparo una en mi página y me siento feliz de no ser el único....

visíteme, colega

leeré más de su página con tiempo

Kenneth Moreno May dijo...

vaya... Pablo Rolando... lo conocí en manizales, señor.
Me lo presentó una amiga mutua....
que bueno saber de usted...

El-Al-Eim dijo...

Fascinante, un librepensante, un iconoclasta, en este mundo de "iconofílicos"...