jueves, 12 de febrero de 2009
Dan ganas de balearse en un rincón 3
Hace poco Camilo Jiménez publicó una selección de fragmentos desafortunados de escritos que ha tenido que padecer en su trabajo como jurado de concursos literarios o como editor. La presentación de los fragmentos la hizo por secciones, con títulos burlones cada una y sin presentar los nombres de los autores. Luego alguien (algún organizador de uno de los concursos quizá), le pidió que retirara la entrada. Entonces se produjo una polémica sobre si había sido un error por parte de Camilo publicar esos fragmentos. Nos parece una buena ocasión para recordar algunas cosas.
Uno de los críticos de Camilo escribió: “Salir a ventilar lo que la gente envió de buena fe –incluso, en algunos casos, con ilusión— es un acto de perversidad, una bajeza”. Esa frase admite abiertamente que “lo que la gente envió” olía mal. Lo que les parece más mal a algunos –incluido el autor anónimo de la frase— es que Camilo haya publicado esos fragmentos para burlarse. Aquí parece haber una asimetría: si cualquiera publica esos mismos fragmentos para elogiarlos (ahí sí con los nombres de los autores), entonces es probable que los críticos no digan nada. Pero eso no tiene sentido, porque si se puede publicar algo para elogiarlo, entonces es obvio que también se puede hacer lo contrario.
Carlos Castillo, por su parte, dijo que el error de Camilo consistió en no haberles pedido permiso a los organizadores de los concursos o los directores de la revista adonde fueron enviados los olorosos manuscritos. Suponemos que Castillo admitiría que no habría error en el caso citado de la publicación elogiosa (a no ser con respecto a los derechos, quizá). El argumento de Castillo es que lo que hizo Camilo “traiciona la buena fe de los organizadores de los premios…” ¿Por qué? Conocemos muchos concursos literarios, y en ninguno hay una cláusula que les prometa a los participantes que los jurados o los organizadores no se van a burlar si los escritos les parecen malos, o ridículos o lo que sea. Además, la intención obvia de quien manda un escrito a un concurso o revista es que lo publiquen, y publicar es eso: exponerse.
El anónimo también sugirió que la burla era una suerte de atentado contra la integridad de los autores: ¡que el diablo nos coja confesados! (autopromoción: lo cortés no quita lo hijueputa). Lo único que merece respeto son las personas, no las creencias ni las ideas (si no fuera así, cualquier crítica de una idea o escrito sería una afrenta personal). Aún más, en muchos casos la libertad de expresión implica la burla, el escarnio (¿habrá que censurar entonces a los caricaturistas, a los escritores satíricos, a Tola y Maruja?). La base de la libertad de expresión es la tolerancia, no el respeto. Tolerar significa, precisamente, aguantarse la expresión y práctica de ideas y costumbres que uno no respeta. Orwell lo dijo con sencillez: “si algo significa la libertad de expresión es precisamente la posibilidad de decirle a la gente lo que no quiere oír”. Isaiah Berlin, explicando la famosa defensa de la libertad hecha por John Stuart Mill en On Liberty, dice:
“Mill creyó que mantener firmemente una opinión significaba poner en ella todos nuestros sentimientos. En una ocasión declaró que cuando algo nos concierne realmente, todo el que mantiene puntos de vista diferentes nos debe desagradar profundamente. Prefería esta actitud a los temperamentos y opiniones frías. No pedía necesariamente el respeto a las opiniones de los demás; lejos de ello, solamente pedía que se intentara comprenderlas y tolerarlas, pero nada más que tolerarlas. Desaprobar tales opiniones, pensar que están equivocadas, burlarse de ellas o incluso despreciarlas, pero tolerarlas. Ya que sin convicciones, sin algún sentimiento de antipatía, no puede existir ninguna convicción profunda; y sin ninguna convicción profunda no puede haber fines en la vida… Ahora bien, sin tolerancia desaparecen las bases de una crítica racional, de una condena racional. Mill predicaba, por consiguiente, la comprensión y la tolerancia a cualquier precio. Comprender no significa necesariamente perdonar. Podemos discutir, atacar, rechazar, condenar con pasión y odio; pero no podemos exterminar o sofocar…”
En conclusión: si no quiere que nadie se burle de su manera de pensar o de escribir, entonces mejor no publique ni intente publicar; mejor no mande sus preciosos manuscritos a ninguna parte y trate de mantenerse callado.
El resto de los argumentos, casi sobra decirlo, eran variantes aproximadamente idénticas de razonamiento ad hominem: que los amigos se publican entre sí, que entre los fragmentos ultrajados por Camilo había cosas mejores que las escritas por los amigos de Camilo, etc. No vale la pena responder: ahí están las Refutaciones sofísticas de Aristóteles, o cualquier tratadito reciente de lógica elemental.
Nos van a perdonar.
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10 comentarios:
¡Buenísimo! Es una lástima que Camilo haya tenido que retirar la entrada. Esperemos que cumpla con su palabra de retomarla luego con una reflexión mayor. Material tiene de sobra. Creo que Camilo jamás imaginó que se iba armar un zafarrancho de tal magnitud. Hasta dio para un minitratado de lógica. Bien, bien, definitivamente tanto la buena como la mala literatura da para rajar y divertirse.
Eso!! yo dije lo mismo pero menos bonito, mas cortico y sin citas: si no quiere que se burlen no escriba nada, no publique y quédese en su casa con la mamá.
¿Qué habría pasado si camilo se hubiera abstenido de burlarse de los fragmentos y los hubiera colgado tal cual?
Seguro también se habrían emputado los organizadores, el señor Castillo y los anónimos. - Faltó el permiso, dirían . La autorización. Ajá, claro.
Y para seguir con los jueguitos contrafácticos, ¿Si Camilo hubiera pedido permiso a los autores para publicar sus fragmentos, que habría pasado? Nada, siguiendo al señor Pablo, les emputaría la burla, la falta de respeto ¡carajo! o el respeto por la majestad del cargo de jurado. En otras palabras, también como dice el señor Pablo, apelarían a otros argumentos.
Como dice don Pablo, acá lo que emputó fue la burla. Como siempre en estas tierras de gente que se delica con nada.
Bueno, y para los que se ofenden: también hay formas de arreglar los problemas. Norman Mailer le abrió la cara de un cabezazo a Gore Vidal en un programa de televisión; Hemingway conseguía los números telefónicos de sus críticos hostiles y los desafiaba a pelear.
la burla es un razgo característico de la envidia
..así como los aforismos erráticos son un razgo característico de la estulticia...
ah no, si no va a poner la cara mr. anónimo, por lo menos, buena ortografía, por lo menos.
Que ponga la cara y buena ortografía. (No pensé en intervenir acá, pero es que... qué rabia con estos anónimos.) Ahora sí me callo.
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