"En el avión, cerca de ti, ya no le tengo miedo al peligro.
Uno sólo muere cuando está solo. "
Margarita Yourcenar, de Fuegos
Debemos comenzar por decir que no creemos que exista una cosa tal como la literatura femenina. Sería no sólo una falta de respeto sino un chiste de mal gusto. Afirmar tal cosa es tanto como creer que hay literatura de enanos, de sifílicos o de astronautas.
La literatura es una y es o no es independientemente de si la ha escrito un hombre, una mujer un trasvesti, un negro o un extraterrestre.
Sin embargo, sí creemos que se puede hablar de literatura con una voz femenina. Y desde este punto de vista también se puede hablar de literatura negra, literatura de sifílicos, y demás.
Un caso paradigmatico es el de Margarit Yourcenar, una escritora que tiene una voz que difícilmente puede ser igualada por un hombre. Y esto se debe a ciertas maneras de ver el mundo, de atravezarlo desde la condición femenina, de encontrar en él aquello que sólo se puede apresar cuando se tiene vientre, cuando se entiende cierta dimensión de los acontecimientos que va más allá de la masculina.
Eso del vientre es mucho más que algo biológico, las mujeres tienen la condición de recibir, de ser receptáculos, están hechas para ser atravesadas por el mundo y pregnadas por el. ¿pregnadas? Nos atrevemos a decir preñadas, sí preñadas por él, por eso su ejercicio literario, cuando es honesto, cuando es un verdadero parto difícil, de sietemesino querido y sin padre, da lugar a un alumbramiento, a una nueva mirada del mundo, a un nuevo objeto en el mundo.
El hombre es en cambio, sin que esto sea bueno o malo, tan sólo una descripción, un transformador, cuando mucho un deformador que lleva sus universos incluso hasta formas ya nada parecidas a aquello de lo que recibieron la materia prima.
En la auténtica voz femenina nos encontramos con un nacimiento, con la conjunción de un objeto activo que es el mundo (¿esperma?) con uno pasivo que es la mirada femenina, que es al mismo tiempo óvulo y utero, para que aparezca algo nuevo en el universo, algo, en las palabras de Vicente Huidobro, que “amuebla el mundo”
En Memorias de Adriano (1951) Yourcenar nos plantea una novela que es casi un poema de 400 páginas. Podría sonar peyorativo para algunas feministas, pero la filigrana que encierra la construcción de tan precioso objeto sólo pudo haber sido realizada por las manos de una mujer, una que podría bordar todo el día por muchísimos días en punto de cruz cuidando cada detalle, cada color. Que cada momento marque un compás.
Sin embargo no es una literatura ni mucho menos comprometida o femenina, muchos de los personajes principales de Yourcenar son hombres, la mayoría. Pero el asunto está en la voz, tanto si se trata de una escena de amor como si se trata de un combate entre dos hombres que tratan de arrancarse la vida.
Otro ejemplo interesante de una voz femenina muy fuerte se encuentra en la obra de la poeta colombiana Piedad Bonnet, una mujer que teje una historia completa a través de su libro de poemas “Todos los amantes son guerreros”. Allí logra mostrar a la mujer en ese arco que es el enamoramiento, la rutina, el rompimiento y la soledad, para terminar concluyendo que: “El amado, pobrecito, es sólo un ser imaginario”. De nuevo el asunto no es de género porque cada lector en una de esas tusas que solemos tener los hombres cada quince días, podría ser el protagonista de esos poemas. Pero tuvieramos el talento que tiene ella, o el doble, no podríamos escribir esos versos, hay algo en el tono a lo que no tenemos acceso desde la posición masculina.
Es también claro que esta mirada no es una obligación en la escritora y hay muchas que uno podría leer sin enterarse de si quien escribe es un hombre o una mujer. Laura Restrepo, por ejemplo, es un claro ejemplo de esto, sus textos obedecen a una intención literaria y su condición femenina no permea sus novelas. E incluso, ella así mismo lo reconoce, no le interesa que así sea.
De todas formas hay una feliz coincidencia cuando una mujer hace literatura y además entrega algo de ese tono único que la identifica. Hay más ahí de un tipo de escritura que es preferible y es la que entrega las entrañas. Y entregar es mucho más difícil que impostar, con un grave peligro además, es más fácil equivocarse.
En la conciencia de lo que se intenta puede estar este peligro, y creemos que la mujer que trate de escribir literatura femenina ya está perdiendo de entrada, pero además está dejando en claro que está jugando en las ligas menores, y que bien puede estar al lado de los escritores que tratan de encontrar un nicho y aprovecharlo.
No hay que hacer mucho esfuerzo para encontrarse con eso, como cuando se lee a Isabel Allende, se nota en sus libros una clara idea de entrar en un mercado.
Por eso cuando alguna se arroga el título de poetisa, hay que sospechar, poeta, señoras y señoritas, si lo son de verdad, son poetas. Poetisa fue una palabra que se puso en el diccionario para usar una segunda categoría dentro de este género literario, y nada peor que hablar de poetas y poetisas o de escritores mayores y menores, pero esta es otra discusión que hoy no viene al caso.
7 comentarios:
Las mujeres que intentan reivindicar su posición en la sociedad actual de manera desesperada (tipo Florence Thomas), son más machistas que un hombre paisa. ¡No jodás, Florence! ¿Y qué me dicen, Pablus y Carlos A, de esa ideita de escribir con la arroba para que tod@s quedemos incluid@os? ¡Bendito sea el señor! Ahora, con respecto a Isa Allende, me parece que sufre el mismo mal que Juanchito Gossaín: reencauchó (pero trasnochado y aburrido) el Realismo Mágico del señor que todos conocemos. Con eso basta.
Ya nuestro querido Efraim Osorio, el rector de la gramática en el diario LA PATRIA, dio en el clavo cuando preguntó cómo diablos se pronuncia la arrobita.
el feminismo es igual que el machsmo... no somos sencillamente humanos?
no joda, y es cierto lo de la arroba...
Gracias por el texto muchachos, leí mucho de la Sra. Yourcenar hace años, era conciente de que ese enorme bagaje histórico, literario y filosófico que ella maneja con una fluidez y soltura similar a la de Borges (yo diría superior en estilo pero inferior en sustancia) hacía que me perdiera de más de la mitad de lo que me hablaba esa voz inolvidable que ustedes resaltan, igual disfrutaba la prosa. Recuerdo mucho los Cuentos Orientales, Alexis o el Tratado del Inútil Combate y Opus Nigrum. Las Memorias de Adriano son una deuda que me debo. Su condición de gran escritora fue lo que le permitió que su universo femenino permeara con precición y poético asombro esa variedad de personajes masculinos que abarcó y que nos presentó tal cual eran, los sintió y los creó como saben hacerlo las grandes plumas. Echar mano de la condición femenina para reivindicar una "visión" sin tener ni el bagaje, ni la voz ni la sustancia (osea algo que decir) es pura histeria mercantil, caso Isabelita Allende. Que pena alargarme tanto.
Me alargo y con el permiso de los dos: De "El denario del sueño", que fue como, inocente, la conocí:
"Una sonrisa ficticia como un último toque de maquillaje vino a iluminar su cara. Después, por muy artificial que fuese, acabó convirtiéndose poco a poco en sincera: sonrió al verse sonreír."
"La acción transcurría en una isla, bajo las palmeras, a orillas de un Mediterráneo que recordaba al Pacífico. Era fácil reconocer el ruido de las olas, pero no su color: los reflejos del sol se habían convertido en reflejos de luna."
"Precisamente, todo daba vueltas: un vals majestuoso arrebataba las paredes, (...) y su propia mano que trataba, sin conseguirlo, de estabilizar una botella. Un lingotazo más y sus ojos se cerraron, como si la noche, pese a todo, valiera más que el espectáculo de una taberna; el respaldo de la silla perdió su punto de apoyo en la pared; rodó por el suelo sin darse cuenta de que se caía y se sintió tan feliz como un muerto."
Me estoy devolviendo a leer. Antes de comentar dos cosas: sifílico no existe es sifilítico; se les fue un atravezar, si, con Z.
Sí que existe la literatura femenina, y sí que es ligas menores. Laura Restrepo en varias de sus novelas lo hace, apela a los sentimientos cursis, romanticones (no romántico), usa lugares comunes en el amor, el desamor, la muerte, el dolor, algo parecido a Isabel Allende, como Rosa Montero o como Ángeles Mastretta o Laura Esquivel.
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