Gracias a un tirón de orejas de un comentarista anónimo en la entrada anterior, hemos recapacitado y no vamos a ventilar más nuestras diferencias de borrachos en el blog. Aquí va, pues, una selección de vitriolo del maestro Schopenhauer.
Sobre la Academia Danesa de las Ciencias
Si la finalidad de las academias consistiera en reprimir la verdad, en enterrar por todos los medios la inteligencia y el talento y en sostener decididamente la fama de los charlatanes y vendedores de humo, en tal caso nuestra Academia Danesa habría cumplido su cometido a la perfección [al negarle a Schopenhauer la concesión de un premio de ensayo].
Sobre el estilo abstracto
Otra característica de los filósofos y ensayistas posteriores a Kant es que siempre que pueden eligen la expresión más abstracta, mientras que las personas de talento eligen en cambio la más concreta, porque ésta hace más intuitiva la cosa, y la intuición es la fuente de toda evidencia. La razón de esa forma de proceder es que las expresiones abstractas indeterminadas siempre dejan abierta alguna puerta trasera, cosa que mucho le gusta a aquellos a quienes la tácita conciencia de su incapacidad les infunde un constante temor a todas las expresiones decididas.
Nada es más fácil que escribir de manera que no haya quien lo entienda, al igual que nada es más difícil que expresar pensamientos de peso de modo tal que nadie pueda decir que no los entiende. Lo ininteligible está emparentado con la carencia de inteligencia y, en todo caso, es infinitamente más probable que esconda una mistificación que un pensamiento muy profundo.
Sobre Hegel
Lo razonable habría sido no prestar la menor atención a lo que esta gente, con el solo propósito de aparentar, ha traído al mercado. A no ser que los libracos de Hegel se declarasen de utilidad médica, en cuyo caso se dispensarían en las farmacias para administrarse como vomitivo, dadas las características náuseas que producen.
Si uno, animado por la deplorable condición de la época, es lo suficientemente caradura, se atreverá a hacer manifestaciones del siguiente tipo: "No es difícil comprender que el procedimiento consistente en presentar un enunciado, exponer razones en su favor y refutar --también mediante razones-- su contrario, no es la forma en que la verdad puede salir a la luz. La verdad es su propio movimiento en sí mismo", etc. (Hegel, Prólogo a la Fenomenología del espíritu). Por mi parte, creo que no es difícil comprender que quien dice tales cosas es un desvergonzado charlatán que busca deslumbrar a los idiotas y que se ha dado cuenta de que los alemanes del siglo XIX son su público.
Quisiera aconsejar a mis sagaces compatriotas que, si en alguna ocasión volviesen a albergar el deseo de cantar durante treinta años como una mente superior a una cabeza del montón, no elijan encima para ello una fisonomía de tabernero, como era la de Hegel, en cuyo rostro la naturaleza escribió con la más clara de sus letras su por otra parte tan frecuente inscripción: "Hombre vulgar".
Tomados de Schopenhauer, A., El arte de insultar, edición de Javier Fernández Retenaga y José Mardomingo, Biblioteca Edaf, 5a. edición, 2005.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
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5 comentarios:
Sé que no viene al caso, pero a propósito de la columna sobre crítica literaria que escribió Pablo R. en La Patria, leo en Semana este bonito ejemplo de Norman Mailer sobre la forma más prudente de comportarse ante un comentario despiadado: "Durante un programa de televisión noqueó de un cabezazo al escritor Gore Vidal, pues no estaba de acuerdo con una crítica que éste le había hecho".
Como los hombres.
Y que tal el Arte de Injuriar del hijueputa de Borges???: "y una insensata convención determinó que el injuriado es quien recibe el insulto" no se si textualmente es así pero esa es la idea...un poco a contrapelo del Sr. Schopenhauer pero vale.
¡Quiero más, quiero más!
Al hacerle alguien un comentario a un amigo sabio sobre Hegel, el sabio se volteó, y con una sutil mueca de asco, dijo: "¿Quién? ¿Hegel? Querrás decir Cantinflas, querido".
Aquí tiene más, querido Camilo, de “The open society and its enemies”, de Karl Popper:
“Hegel's fame was made by those who prefer a quick initiation into the deeper secrets of this world to the laborious technicalities of a science which, after all, may only disappoint them by its lack of power to unveil all mysteries. ... Hegelianism is ... exactly what this kind of popular superstition supposes philosophy to be. It knows all about everything. It has a ready answer to every question. And indeed, who can be sure that the answer is not true?”
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