
Para explicar la inclusión de la “Colección Samper Ortega”, editada por Juan Gustavo Cobo Borda, dicen:
Esta, sin duda, es la antología del año por lo que significó para el poeta Juan Gustavo Cobo Borda sumergirse en los cien tomos de la colección de Daniel Samper Ortega, uno de los educadores y divulgadores intelectuales más importantes de Colombia.
La antología es sin lugar a dudas la más importante por lo que significó para el poeta hacerla, y no por lo que lleva dentro. ¿Hay que decir que esa frase es una tontería, que ningún editor con los ojos medio abiertos y con menos de diez litros de aguardiente en la cabeza dejaría pasar semejante trivialidad; en suma, que es una vergüenza que una de las revistas literarias más importantes del país imprima semejante bobada? No, no lo vamos a decir. Porque lo que sigue, ay Dios. En la misma nota (en Arcadia son bastante parejos: empiezan mal y terminan peor), dicen, después de mencionar las categorías que usó Cobo Borda para hacer su selección:
En esas diez categorías incluyó, según Cobo Borda, textos que hoy son de una vigencia pasmosa…
Y el pobre Cobo Borda que creía que los amigos de Arcadia le iban a elogiar la antología de la antología que hizo. Una “vigencia pasmosa”. ¿Qué quisieron decir: que los textos son tan malos que uno se queda pasmado ante el interés que todavía suscitan o ante el hecho de que todavía haya incautos que se dejen agarrar en las vitrinas de las librerías? Quizá acostumbrados como están a reseñar tanto libro que trae claritica la fecha de vencimiento, se quedaron pasmados ante el hecho de que después de tantos años Tomás Carrasquilla siga siendo legible. Soltemos a Cobo Borda, que suficiente ha debido tener con el trato que le dieron en Arcadia.
Lo que dicen sobre Pasajera en tránsito, de Yolanda Reyes:
La autora de Los años terribles, que acaba de lanzar una iluminadora colección de ensayos sobre la lectura en la infancia titulada La casa imaginaria, logra, en su primera novela alejada del mundo infantil, lo más difícil que puede lograr una obra de ficción: la sensación de que era necesario que existiera.
Le dan ganas a uno de robarle la pregunta a Raymond Chandler: “¿Se dice algo aquí que no pueda decirse con un eructo?”
La presentación de la lista incluye lo siguiente:
Agrupamos los libros editados en el país con libros importados, y autores nacionales con autores extranjeros, porque las coordenadas por las que apostamos no están en la geografía sino en la inteligencia sensible.
Después de leer esto nos pusimos a buscar desesperadamente la manera de apostarle al caballo Coordenadas, y en ningún hipódromo nos dan razón. Vamos a robar por última vez a Chandler para que pueda bajar las manos: “dos mil años de cristianismo y esto es lo que puede mostrar una revista literaria.”
Que las presentadoras de farándula y hasta de noticias, que los comentaristas deportivos y hasta el presidente, hablen mal y escriban peor, vaya y pase. Pero ¿por qué, por qué una de las pocas publicaciones dedicadas a la literatura se tiene que sumar a esa reivindicación del derecho al chamboneo instaurado por uno de nuestros más preclaros expresidentes? Ahora que Chandler bajó las manos, póngalas arriba Gabriel Zaid:
No es tan difícil encontrar lectores con buena información y buen juicio que se ríen (o se enojan) por lo que publica la prensa cultural. Aunque no se dediquen a la crítica, ni pretendan competir con quienes la hacen, tienen los pelos en la mano para señalar erratas, equivocaciones, omisiones, falsedades, incongruencias, injusticias, ridiculeces y demás gracias que pasan impunemente por las manos de los editores. Y ¿por qué pasan? Porque no leen lo que publican, sino después de que lo publican, y a veces ni después. Porque, en muchos casos, ni leyendo se dan cuenta de los goles que les meten la ignorancia, el descuido, el maquinazo, el plagio, la mala leche, los intereses creados. Y porque, muchas veces, aunque se den cuenta, no están dispuestos a dar la pelea por la cultura y el lector.
…Y, cuando no se va a dar la pelea, ¿qué caso tiene leer exigentemente lo que se pretende publicar? Lo importante no es defender al lector de la errata, el gazapo, la ignorancia, la vacuidad, el abuso, sino cuidar el control político y diplomático de tan difícil situación. Todos quieren publicar, nadie leer, menos aún cuidar el interés del lector. Lo pragmático no es poner el ojo en la calidad de los textos, sino el oído en los nombres que suenan…
Nos van a perdonar.